Era el año de 1992, salía de la escuela secundaria rumbo a mi casa cuando encontré un puesto nuevo frente a la acera, era el clásico puesto semi-hippie que vendía fragancia de Pachulí, collares de amor y paz, pulseras tejidas, papel para armar tu toque, nada fuera de lo normal.
Lo más sobresaliente era el nuevo disco de los Caifanes: El Silencio, saqué las pocas monedas que traía, conseguí unas más y me llevé a casa ese casette. A partir de la primera vez que lo escuché me dejó cargado de emoción, es un afecto especial al que le tengo a ese disco.
El día de hoy escuché gracias a la radio una canción del mismo, que me hizo sonreír y alegró el regreso a casa.
Lo más sobresaliente era el nuevo disco de los Caifanes: El Silencio, saqué las pocas monedas que traía, conseguí unas más y me llevé a casa ese casette. A partir de la primera vez que lo escuché me dejó cargado de emoción, es un afecto especial al que le tengo a ese disco.
El día de hoy escuché gracias a la radio una canción del mismo, que me hizo sonreír y alegró el regreso a casa.
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